viernes, 4 de marzo de 2011

Amadís entrevista a Harmodio I y II

I

A: ¿Tú pintura representa?
H: Sí. No estoy convencido de que así sea, pero sí creo que es casi imposible hacer una imagen que no sea una representación.
A: ¿No estás convencido de que tu pintura represente o de que no podamos hacer algo distinto a la representación?
H: Estoy seguro de que mi pintura es occidental y muy tradicional porque está inspirada en esa tradición visual más que en otras, pero sobre todo porque desde sus primeros brotes ha mantenido una relación privilegiada con la mímesis. De lo que no estoy seguro es que toda imagen hecha por la inteligencia humana deba ser por fuerza representativa, aunque sí me parece extremadamente difícil eludir la representación.
A: ¿Por qué crees que sería importante eludirla?
H: Creo que hay por lo menos una legión de artistas que desde hace más de un siglo están cada vez más inconformes con la idea de que su trabajo, su esfuerzo mental y físico—cuando no espiritual—sea un sustituto de otra cosa.
A: ¿De qué cosa?
H: De aquello que la representación significa. Ahora que en la región periférica y marginal del arte se ha aniquilado casi por completo al símbolo icónico, esta dimensión simbólica que la representación implica por sí misma es vista como algo que hay que evitar.
A: ¿Para qué?
H: Supongo que es por un anhelo o una mera pretensión de verdad, de hacer algo que no dependa de otra cosa para cobrar sentido o valor.
A: ¿Esperas que tú pintura alcance esa perfección?
H: Me fascina la idea de la perfección, pero me fascina más aún la riqueza que encuentro en la contingencia y la imponderabilidad de representar, de hacer un modelo teórico del mundo, o al menos de una parte de él. Yo no comparto esas ansias. Me apasionan las representaciones, sobre todo las representaciones artísticas y en especial las pictóricas.
A: ¿No te importa imaginar una vía de escape?
H: Más que una escapatoria sí creo que existe una forma distinta de imagen: la recreación.
A: ¿Pero entonces sí hay algo más allá de la representación?
H: Es que ahí está la niebla. Un ídolo no representa, es, pero en la concepción de su forma debió operarse una organización de elementos, de signos. Me parece más bien que son formas interdependientes de la imaginación. Pero creo que es más importante la representación, porque empieza con la electio, con la selección de aquello a lo que se le dará forma substancial, una existencia cósica.
A: ¿El origen de la imagen?
H: No. El origen de las imágenes está en la triada percepción-imaginación-inteligencia. Y la electio, que es el primer estadio de la representación, es también el primer estadio de la imagen.
A: ¿Por electio entiendes la discriminación constructiva del arte clásico? ¿Zeuxis y las doncellas crotoniatas?
H: No exactamente. Cuando Zeuxis selecciona un rasgo de alguna de las modelos para construir la belleza ya se encuentra en una etapa sucesiva al sentido que su inteligencia confiere al mundo que ve. La pintura de Zeuxis es lo que su mirada elige, yo en cambio hablo de lo que elegimos con nuestra visión o, más bien, de lo que nuestra visión elige para nosotros.
A: ¿Quieres decir que hay algo fuera o más allá de nosotros que se sirve de nuestra visión?
H: Quiero decir que hay algo en nosotros que es todo lo que nos ha precedido y ha llegado a nosotros que nos hace preferir cierta información visual y además nos inclina a configurar esa información de cierta forma.

A: ¿Quieres decir que el sentido, en su acepción semiótica, es fisiológico, que el sentido es un instinto?
H: Sí. Creo que la percepción humana es ante todo un formidable laboratorio del sentido y creo que el hombre es un animal simbólico.



II

A: Volvamos al principio ¿Qué representa tu pintura?
H: No estoy seguro. Pienso que mi pintura está muy cercanamente emparentada con el arte prehistórico. Pienso que pinto a las mujeres y a los ángeles por las mismas razones que mis paisanos pintaban animales hace diez mil años. Retrato paredes por lo que la luz le hace a esas superficies… creo que hasta ahora esos han sido mis peores cuadros.
A: ¿Por qué los peores?
H: Por que hasta hace muy poco no estaba listo para pintar algo tan entramado como eso. Apenas he aprendido a mirar, y aún estoy aprendiendo a organizar lo que miro con una herramienta y un medio sobre un soporte. Además es un problema más pictórico que gráfico y hasta hace muy poco yo no pintaba realmente. La desesperación es un callejón sin salida. Fallas una y otra vez.
A: ¿Cuáles serían tus mejores cuadros?
H: Los que han venido desde “la María Antonieta chamorruda”.
A: ¿Por qué?
H: Porque siento que por fin me estoy volviendo pintura.
A: ¿Eso es pintar bien?
H: No lo sé. Creo que no necesariamente. Pero, además de estar viviendo y disfrutando la pintura como nunca antes, creo que estoy comenzando a llevarla a donde no sospechaba que podría hacerlo.
A: ¿A dónde?
H: Creo que me alejo cada vez más de la ilusión.
A: ¿Te alejas de la mímesis?
H: No, eso es lo más emocionante. Me parece que entre más me sumerjo en la pintura más me acerco a la dimensión recreativa de la mímesis. Creo que estoy empezando a darle substancia, sentido y faz a un mundo que sólo había soñado.
A: ¿Te alejas de la representación conforme vas acercándote a la recreación?
H: No necesariamente. Creo que pinturas como la María Antonieta tienen una clara anécdota por tema y pienso que son una representación de mi credo erótico y quizá también de mi visión de la Historia. Otras, como el políptico de La Conversión, toman la anécdota para hacer una crítica de la representación del espacio en la pintura. Y hay otras más, como interior que estoy pintando ahora, en las que pretendo que el color, el relieve y el plano lleven la mirada a un lugar indeterminado pero único.
A: ¿Qué comparten tus pinturas además de ti?
H: Me parece que con ellas intento hacer algo distinto a lo virtual.
A: Así que eres platónico después de todo (ríe).
H:(Ríe) Más bien diría que soy agustiniano, pero eso tú ya lo sabes bien. Amo el gran arte de la ilusión. A veces pienso que no soy ni la mitad de artista que un quadraturista promedio. Pero simplemente no me satisface hacer una imagen que se limite a la sensación de ver el mundo a través de una ventana. Me ha llevado mucho comprenderlo, pero por fin lo he aceptado y creo que he empezado a dar lo mejor de mí.
A: ¿Por qué entonces pintar sobre lienzos o tablas? ¿No es esto la forma más evidente de la ventana?
H: Sí, lo es, pero no he dicho que no crea en los límites del espacio pictórico. Lo que quiero decir es que no quiero filtros entre mi pintura y la mirada, no quiero una distancia segura entre ellos. Si mi pintura contiene filtros es porque los ha engullido.

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