lunes, 29 de noviembre de 2010

Reporte sobre la exposición "Saturnino Herrán: Instante subjetivo".

Como parte de los eventos oficiales para festejar el Bicentenario de la Independencia y el Centenario de la Revolución, se lleva a cabo la exposición “Saturnino Herrán: Instante subjetivo” en el Palacio de Bellas Artes. Esta muestra presenta obra pictórica, dibujos e ilustraciones del pintor mexicano Saturnino Herrán (1887-1918). La curaduría está a cargo del nieto del autor: Saturnino Herrán Gudiño. Quien a través de cinco secciones ofrece una mirada panorámica de la obra de su abuelo. A partir de dos condiciones en las cuales se presenta la exposición, revisión de la obra del pintor y contexto de celebraciones, podemos observar el tratamiento que se le da a la obra tanto en el discurso mismo de la exposición como en el modo en que un estatus institucional condiciona la presentación de la obra.

Primeramente, la obra de Saturnino Herrán es presentada en cinco secciones principales integradas según las temáticas abordadas por el pintor. La primera sección, titulada “Forjadores de tierra”, integrada por 9 óleos y un dibujo al carbón, se encuentran bajo la categoría temática del “trabajo”. En estas piezas aparecen diversos personajes realizando alguna labor productiva. Las piezas centrales son dos paneles del mural transportable ”Alegoría de la construcción” y “Alegoría del trabajo”, ambos de 1911. Las piezas están relacionadas al mostrar obreros con sus familias y esfuerzo físico. En tanto que, en la pared, aparece una cita de José Clemente Orozco (1883-1949) sobre la adopción de los entornos y elementos culturales mexicanos en la entonces reciente pintura mexicana; resaltado la “confianza en nosotros mismos” como miembros de una nación. La segunda parte de la exposición, “El universo en el balneario interminable”, toma su título del texto “Oración fúnebre” del poeta Ramón López Velarde (1888-1921) tomado de “El minutero”. En ella las ideas abordadas son el erotismo y la sensualidad, las cuales son presentadas como una respuesta a “la red arterial del capital y la proyección oscura de la ruindad sobre los hombres.” Para integrar esta sección se echó mano de aquellas obras, siete óleos y seis dibujos, referentes principalmente a desnudos y besos. Quedando como principal pieza el tríptico de “La leyenda de los volcanes” (1910). La siguiente parte se denomina “Ella se quema de nosotros” y trata sobre una temática más bien referente a la senectud, frase tomada, nuevamente, de “El minutero” de López Velarde. Donde aparecen ciegos (pieza principal), “Las tres edades” y “El cofrade de San Miguel”. El texto de sala alega una visión de esperanza y vitalidad del artista en contraste con temáticas europeas. Cabe destacar que antes de pasar a esta sala se encuentran nueve piezas, ocho óleos y una mixta sobre papel, cuyas imágenes corresponden a criollas portando mantones de Manila, una tehuana, una joven con calabaza, una vendedora de flores y una pareja bailando el jarabe. De acuerdo a la museografía, no queda claro a qué sección pertenecen estas pinturas. Las cuales sólo están acompañadas de una cita de Orozco puesta en la pared en la que relata la vuelta de los artistas de aquellos tiempos a los colores, paisajes y temáticas que resultaban “familiares” a los mexicanos. Con este pequeño texto, da la impresión de que estas piezas sólo están sostenidas discursivamente con un alfiler al resto de la exposición. Posteriormente, un pasillo que lleva de una sala a la siguiente es aprovechada para mostrar los trabajos de ilustración de Saturnino Herrán. Este pequeño y casual espacio dedicado a dichos trabajos relegan las ilustraciones a un nivel anecdótico en la producción del artista. En seguida se muestran 14 retratos bajo el título de “Una patria no histórica ni política, sino íntima.” Francamente, el título se relaciona muy poco con la obra presentada. Pues si el texto de sala que la acompaña destaca la “capacidad de mirar a la persona en su riqueza interior”, la parte de la patria queda como una adición forzada pues los retratos mismos no la implican en lo más mínimo. Finalmente, la sala denominada “La trinchera elegida” está dedicada principalmente al proyecto inconcluso “Nuestros dioses” (1915-1918). Haciendo referencia a la elaboración de un imaginario libre sobre el pasado precortesiano. Museográficamente, la exposición repite una formula de montaje en las cinco obras: piezas centrales rodeadas por otras de menor tamaño, generalmente. Además de que su lectura es obligatoriamente lineal. Lo cual acentúa el carácter didáctico de la exposición y condiciona la lectura de la obra como progresión cronológica en la vida del autor.

Ahora bien, es difícil para mí dejar de lado el pretexto principal de la exposición, los festejos del Bicentenario de la Independencia y el Centenario de la Revolución, en la apreciación del evento; así como el estigma de Monumento Artístico que pesa sobre la obra de Saturnino Herrán. En primer lugar, la exposición se presenta más bien como un vistazo al trabajo del pintor, sin ahondar en alguna pertinencia de su repertorio pictórico dentro de la historia del arte en México; situación quizá más ad hoc con una celebración histórica. Por el contrario, cada una de las temáticas abordadas parece apenas insinuar un posible discurso en torno a las piezas o de los discursos a ellas adjudicados. Tal es el caso de la identidad nacional aludida en los mitos, personajes y actividades representados en las pinturas. Así lo dice el texto de sala que recibe a los visitantes: “A lo largo de una década de arduo trabajo y sin arrastrar el fardo de la culpa, halló el sentido del mestizaje básico que nos constituye. Con el reconocimiento eterno del cuerpo, de nuestros cuerpos, trazó un mapa de la semejanza, sensual y erótico, una versión de nosotros mismos.” A este respecto, de acuerdo a un boletín del Instituto Nacional de Bellas Artes, la exposición se centra en “el análisis de construcción de un imaginario basado en el puente entre la tradición prehispánica y el México de principios del siglo XX, no como una ruptura con la tradición, sino como una continuidad que incorpora los diversos puntos de vista de cada estrato social.”[1] Por otra parte, me llama mucho la atención del título que encabeza la selección de retratos: “Una patria no histórica ni política, sino íntima”. Esta frase me parece bastante provocadora y preocupante viniendo, sobre todo, de una institución gubernamental. Si la exhibición se debe principalmente a un par de festejos históricos, apelar a una patria “no histórica” es contradictorio. Además, la situación del sistema educativo mexicano está pasando por un momento crítico debido a su obsolescencia y a las propuestas de los gobiernos de derecha, que van desde la eliminación de episodios históricos en los libros de texto, como la conquista, en el sexenio de Vicente Fox hasta la implantación de la Alianza para la Calidad de la Educación de la actual presidencia, que implica entre otras cosas una mayor carga burocrática a los profesores. Acarreando así el descuido de sus respectivas clases. Sin mencionar la orden del Ejecutivo, en enero de 2010, de eliminar la Delegación permanente de México ante la UNESCO, alegando un ahorro mensual de 206 mil dólares.[2] En tanto que, en el terreno político, con el afán de proteger sus intereses económicos, una compañía como Televisa claramente pretende posicionar a Enrique Peña Nieto como candidato a la Presidencia de la República rumbo a las elecciones del 2012 ofreciéndolo como un espectáculo telenovelezco. Invitando al electorado a participar de la intimidad del personaje al transmitir su ceremonia de matrimonio. Y si a este panorama se añade la carencia de actitud crítica y analítica, por parte de las autoridades, ante la historia de México con motivo de estas festividades, se tiene como resultado que “Una patria no histórica ni política, sino íntima” quedaría de lema como anillo al dedo de los gobiernos de las últimas décadas.

Por otro lado, también es de notar la manera en la cual el estatus de Monumento Artístico predispone tanto la exhibición como la lectura de la obra de Saturnino Herrán. Aunque es necesario recordar la cercanía del pintor con las instituciones de educación y cultura gubernamentales durante su vida. Como en los trabajos que realizó para los murales transportables alegóricos a la construcción y el trabajo o los paneles inconclusos para el mismo Palacio de Bellas Artes, incluidos ambos en esta exposición. La calidad de su trabajo así como su estrecha relación con las instituciones le fue abriendo el camino hacia una “sacralización” que se manifestó desde, incluso, los primeros años del INBA. Como resultado de la política cultural de los gobiernos posrevolucionarios quienes buscaban legitimarse a través de obras de contenido nacionalista y didáctico. Y a pesar del cambio gubernamental del nacionalismo al cosmopolitismo desde la década de 1960, en 1988, un año después de una exposición-homenaje, se le confirió el título de Monumento Artístico.[3] A partir de entonces la manera de exponer sus pinturas responde principalmente a este criterio; es decir, exposiciones-homenaje. Como documentos, o mejor dicho, reliquias artísticas e históricas. En otras palabras, bajo el pretexto de presentar la obra como Monumento, se merman las posibilidades de un cuestionamiento más profundo sobre sus atributos plásticos y/o pertinencia en las celebraciones del Bicentenario y Centenario. Pareciera que la “monumentalidad” otorgada actuara más como una mortaja a la obra del artista. Al adquirir ese honor se adquiere también un certificado de defunción de la obra. Ahora ya es museificable en el sentido negativo del término. Se le aísla en una vitrina y deja de interactuar con el presente de manera activa. Más que relacionarse con la producción artística contemporánea, sólo puede admirársele y consultársele del mismo modo en que se admira y consulta a la Coatlícue en el Museo Nacional de Antropología e Historia. De esta manera, cualquier aspecto en ella que pudiera propiciar una reflexión sobre alguna problemática histórica y actual, tanto en el arte como en cualquier otro rubro, queda anulada por el título nobiliario que otorga la institucionalidad. Citando a García Canclini: “Precisamente porque el patrimonio cultural se presenta como ajeno a los debates sobre la modernidad constituye el recurso menos sospechoso para garantizar la complicidad social.”[4] Y al observar la exposición “Instante subjetivo” esto es precisamente lo que ha sucedido con la obra de Saturnino Herrán.

Concluyendo, esta exhibición me ha hecho reflexionar sobre el uso que se le da a la obra del artista, sobre todo sin su consentimiento. Durante los gobiernos posrevolucionarios, la obra nacionalista fue tomada como franca propaganda política. A partir de la década de 1960 el gobierno viró su política hacia el cosmopolitismo y la apertura económica, así que retiró su apoyo al nacionalismo y promovió al arte abstracto. Ahora, en el aniversario de la Independencia y la Revolución, la obra de Herrán se presenta como un cascarón vacío, al igual que el resto de las festividades realizadas. Quizá para ocultar los desaciertos y deudas históricas pendientes. Si bien es verdad que un artista debe hacer su trabajo sin importar lo que suceda en el exterior, también es cierto que si no dice “esta voz es mía” se entrega al devenir, bueno o malo, sin oponer ninguna resistencia. Tal vez logre hacerse respetar, tal vez el tiempo termine por consumir su lucha. Pero si ya en cierta manera es una declaración de independencia dedicarse al arte, ¿por qué no continuar la lucha si el primer paso ya se ha dado?



[1] Saturnino Herrán: Instante subjetivo, INBA, “http://www.bellasartes.gob.mx/index.php/component/content/article/51-ultimasnoticias/159-saturnino.html”,

Consultado el 28 de noviembre de 2010.

[2] Gaceta Parlamentaria. Cámara de Diputados LXI Legislatura, Punto de acuerdo por el que se exhorta al Ejecutivo Federal a instruir a la SRE para que la Delegación permanente ante la UNESCO mantenga embajador específico y autónomo de cualquier otra embajada de México, suscrita por el diputado Felipe Solís Acero, del grupo parlamentario del PRI”, México, 20 de enero de 2010.

[3] El Economista, La obra de Saturnino Herrán llega a Bellas Artes, “http://eleconomista.com.mx/entretenimiento/2010/10/22/obra-saturnino-herran-llega-bellas-artes”

Consultado el 28 de noviembre de 2010.

[4] García Canclini, Nestor, Culturas híbridas. Estrategias para entrar y salir de la modernidad, Random House Mandadori S.A. de C.V., México, 2009. p. 150.

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