domingo, 27 de septiembre de 2009

REPORTE DE LECTURA: EL FIN DEL ARTE.

El Fin del Arte: reflexiones a partir de un ensayo de Arthur Danto Por Mauricio Zárate, alumno del Taller de Experimentación Visual I –Pintura-, Maestría en Artes Visuales.

“The paradox of the dialectic of decadence is that

just those artists who accuse other artists of

decadence are the most decadent: they regard their own art

as the unchanging model of all art,

and use it to club to death any art that contradicts and

challenges it, thus threatening its authority, autenticity and legitimacy”.

Kuspit, Donald; The Dialectic of Decadence.

“ Se ha mantenido que la decadencia de las artes, letras e imperios

se da necesariamente después de un cierto período de esplendor.

Esa idea es falsa. Las artes tienen una línea fronteriza después

de la cual, creo, no pueden avanzar, pero pueden mantener el nivel

que han alcanzado: y en todo conocimiento que se preste al desarrollo,

la naturaleza moral tiende a perfeccionarse.”

Madame de Staël; De la littérature considerée dans ses rapports avec les institutions sociales (1959)

“Lo que se puede mostrar, no puede decirse”

Wittgenstein, Ludwig., TRACTATUS LOGICO—PHILOSOPHICUS § 4.1212

UNO

Imaginemos brevemente un mundo sin la capacidad de avance. Un mundo atolondrado, pedido en un loop perpetuo, donde las repeticiones sean cosa tan real, que se asume como un estadio(1) límbico, sin inicio, sin final. Si pudiéramos ejemplificar esta situación de manera fiel, tendríamos que recurrir a un ejercicio de pensamiento en el que cada una de sus repeticiones ficticias, -esa representación mental como imagen-, tomaría una apariencia distinta.

Su repetición en el pensamiento no sería igual. No habría elementos que lo pudieran concretizar como una amalgama tangible de ideas –imágenes- homogéneas, iguales. Pienso que con el arte y sus necesidades expresivas, cognitivas, dialécticas, funcionales, y simbólicas, ocurriría un fenómeno similar: aunque utilicen elementos representacionales ya conocidos, pueden valerse de recursos racionales transfigurados en símbolos diversos, conjugados de maneras audaces que les hagan parecer un discurso nuevo, es decir, una manera de decir sin combinación previa . Siempre habría una posibilidad, un mismo diagrama con trazos plasmados con mínimas disparidades: un fenómeno imparable.

DOS

Para hablar de un “fin del arte” tendríamos que partir primero, de una visión Hegeliana concentrada en un historicismo absoluto. Definir al arte en función de su relación con la historia, me coloca en una posición ambivalente. Por un lado pienso que el arte si bien ha presentado momentos claros en la historia de la humanidad, relacionados atinadamente con su presente histórico y sus requerimientos, no necesariamente sería obligado que en la época actual, la producción artística debiera limitarse a lo que hoy acontece, seguirlo al pie de la letra, ni tampoco que deba aspirar de una vez por todas, a la definición de su lugar en la historia. Las necesidades humanas con respecto al arte se perciben ahora prescindibles si las observamos desde una perspectiva historicista.

El arte se ha separado de la historia y sus cursos, navega por sí solo, autónomo, pero al mismo tiempo –de ahí mi ambivalencia- completamente enganchado a la dispersión y fugacidad de lo actual: un sistema mutable. (2)

Quizá esta época es un compendio, la oportunidad a un recuento necesario para seguir con lo siguiente, que al mismo tiempo es resumen de otras épocas, por lo tanto, su resultado es acumulativo, el fomento perfecto para una imaginación sin riesgo al estancamiento. Estos tiempos son de por sí desordenados, y si pudiera tratar de delimitar a este presente con una nomenclatura, sería la referente a la dispersión.

Me atrevo a decir –en el contexto de un ensayo teórico libre-, que el arte (en su modo práctico, los que lo ejercen) es una característica humana adherida a sus infinitas e impredecibles posibilidades en individuos de una especie que se distingue por la integración entre sus estructuras mentales complejas y sus capacidades mecánicas,(3) es decir, su inteligencia. Esas capacidades inteligentes o artísticas que poseen los artistas de una sociedad especifica o cualquiera, van de la mano sin querer con su tiempo, de ahí, que resulte complicado –por no decir, alucinado- tratar de imaginar concepciones artísticas de un momento histórico proyectado en tiempo futuro. De hecho, estas elucubraciones pueden ser signo de una ociosidad que se obstine por el hallazgo de un fetiche posmoderno: la novedad.

Pero si no es obligado que el arte se desarrolle al paralelo que su momento histórico, entonces ¿qué queda? Me resisto a afirmar, que el arte sea “finado” por su desprendimiento con la historia. La «entropía cultural» de este tiempo puede ser la respuesta a una confusión sobre la continuación de un arte con futuro o un futuro del arte. Es decir, la entropía como rasgo histórico con consecuencias en sus productos artísticos.

En el mundo actual, entendemos por entropía –en los fenómenos sociales por ejemplo- una serie de sucesos contingentes, fuera de toda predicción infalible. ¿Será a caso ésta, la definición misma de un modelo artístico que se presenta ahora igualmente disperso? Una posible solución para el entendimiento de este crucigrama será el recurrir a la interpretación filosófica, teórica, para adiestrarnos en el léxico reciente de las nuevas nomenclaturas, debemos comenzar con la idea de que aprenderemos una manera más de lectura, en este caso, de un arte híper-simbólico.

TRES

El arte de la antigüedad se sostenía con los avances tecnológicos propios de su tiempo. El Renacimiento se preocupaba –entre otras cosas- por los fenómenos de la visión y sus retos giraban en torno a una representación “fiel” del mundo, en su correcta escala. Diferimos de un Renacimiento en cuanto que ahora todo lo damos por sentado, no hay perspectivas por dominar en el terreno de la representación y la cámara fotográfica nos brinda ya, un acercamiento suficiente con la mímesis. Hemos explorado los terrenos de la representación de una y mil formas, totalmente en armonía con las inquietudes de los momentos histórico-sociales. Pensar en un “fin del arte” es coherente si se observa, que su permanencia ya no guarda el rostro que le conocimos como Arte: es hoy una especie de avatar, un ícono cambiante.

Pero en los tiempos en que supuestamente el arte puede ser cualquier cosa, nuestra comprensión sobre la definición del arte se tambalea y a veces parece derrumbarse. Hoy debemos contemplar las creaciones artísticas con más cuidado, con mayor detenimiento. Cierto es que en las expresiones artísticas recientes ya no se persigue propiamente la conquista de la mímesis. Lo de hoy será una alegoría, un símbolo, una metáfora o hasta una metonimia. Se busca un tipo de representación que sea coherente con la época, más no de la época.

Danto explica: «El fin del arte significa un pluralismo radical, que no permite la existencia de una sola dirección posible. No existe esa dirección. Todo es posible. Y eso permite desarrollar un tipo de crítica que toma y analiza cada cosa a medida que surge». (Entrevista a Arthur C. Danto por Clio E. Bugel para IPS (Inter Press Services, 1999. p. 3).

El pluralismo corresponde a una sociedad que se encuentra en medio de una cantidad masiva de fuentes y medios de comunicación. Todo el mundo “ve” cosas, las anexa a su diccionario visual interno y en el proceso, existe el peligro de navegar sin un rumbo fijo: el individuo de hoy vive rodeado de imágenes como si se tratara de una inmensa marea fuera de control.

El “fin del arte” del que habla Danto no trata de “eliminar” al arte en sí. Mi interpretación corresponde al entendimiento siguiente: se termina una etapa en la cual los protagonistas de una historia continúan existiendo, a pesar de que el relato del cual provienen, haya llegado a su final.

«Llegar al final no quiere decir detenerse». (Ib. p. 3) Y si el propio Danto lo admite, quiere decir que el futuro no es tan desalentador.

Si volvemos al ejercicio inicial de imaginar un mundo detenido, puedo deducir que la condición del arte en esta época obedece a la manifestación repetitiva de lo ya visto, pero que nunca será visto de la misma forma, con el mismo detalle: siempre habrá algún acento en la imagen global que nos haga contemplarla desde ángulos distintos, desde diversas latitudes en el mapa mental de esa imagen.

CUATRO

Arthur C. Danto escribió su ensayo sobre El Fin del Arte y nosotros como artistas, como hacedores de imágenes lo leemos. En algunos causa conmoción, quizá disgusto. Lo cierto es que la época actual es tan dispersa, que para su comprensión se requiere de la reunión de diversas disciplinas. La filosofía como el mismo Danto lo propone, es una de ellas.

El caso del arte actual parece tener unos límites “tenues” con el método filosófico. Las complejidades del objeto artístico ya no son designadas sólo por un “mundo del arte”, sino que además, ha adquirido una somatización simbólica firme, que no se basta exclusivamente con la semiótica para su comprensión y apreciación correctas. Desafortunadamente pienso que el arte se ha convertido en materia propia de personas que han estudiado al arte como profesión y actividad práctica, como su modus vivendi. Es posible también que el arte siempre haya sido elitista, pero al menos con las manifestaciones del pasado, el arte se podía apreciar por casi cualquier individuo que estuviera armado de todos sus sentidos y con una experiencia de vida suficientemente cultivada. Hoy el arte parece aún más lejano, pues se encuentra detrás de una trinchera que demanda un “conocimiento mayor” del mundo real y del mundo intelectual. El arte parece necesitar cada vez más del conocimiento de los signos, (5) y justo en este tiempo, los significados parecen también difusos.

«No se llega a reconocer que la obra de arte es un objeto material más una idea, una reflexión que nos dice cómo mirar el objeto. Y por supuesto, la idea misma es invisible: las personas sólo ven la cosa. Por eso es que tienen dificultades para entender el arte: no se dan cuenta de que está conectado con el pensamiento.» (Ib. p. 6)

Se abre pues una ruta nueva para definir el arte en los inicios del siglo XXI. El arte abandona la línea recta de la historia y se traza a veces paralela, otras perpendicularmente al momento histórico. La filosofía y la teoría son necesarias hoy para tener una experiencia verdaderamente enriquecedora en una visita a los museos en los que se exhiben piezas como las de Gabriel Orozco o Demian Hirst.

Pero como decía al inicio de esta sección, los artistas leemos a Danto y no debemos leerlo sin decir nada, aceptándolo todo o disintiendo, sin exteriorizarlo, hacer saber al mundo lo que pensamos. La lectura de textos como el Fin del Arte funciona como un ejercicio de conocimiento y valoración de lo que hacemos como artistas. Debemos meditar, pero sin caer en la tentación de escarbar más de lo prudente.

Cerrando filas y fijando posturas, como pintor pienso que el arte efectivamente ha llegado a una etapa natural de su “vida”. Si bien no puedo denominarlo como un “final”, si como una etapa en la que creo, si se representan los acontecimientos actuales, a pesar de sus innumerables regresiones a recursos representacionales de victorias pictóricas pasadas. Dentro del arte la Pintura tiene mucho que decir, a pesar de la adopción de símbolos y signos de complejidades variables.

A nosotros nos concierne la “muerte de la pintura” como tema subversivo. Esta idea esta asociada al “fin del arte” pues trata también de una historia de la representación. Ya no se persiguen ideales estéticos específicos, pero si se describen. Vemos pintura hoy con los ojos puestos en maneras veraces de representación, en el sentido de honestidad por parte del que se expresa en la pintura. Si se trata de dejar que ahora el arte se valga de lo simbólico para su estructuración coherente con la época, debemos entonces emprender una larga travesía por encontrar un lenguaje que además de romper con la mímesis -que fue objetivo de momentos históricos pasados-, encuentre una dialéctica con el signo y el símbolo, que se transfigure en una gramática capaz de ser comprendida por la mirada de cualquier ser humano, que se detenga frente a un cuadro y atienda su elocuencia.

En el estado posthistórico el arte ha ascendido a la reflexión filosófica. Los artistas ahora nos preguntamos sobre la naturaleza del arte y probamos con sus límites. Probablemente ahora esta sea la gran definición de nuestro tiempo como productores de arte. Si creemos en un “final del arte” nos habremos librado de una carga que ahora podría ser entregada a los filósofos, entonces podremos quitarnos de la carga histórica rumbo a la elaboración de un arte dirigido en cualquier sentido. Con la llegada de la filosofía al arte, pienso que lo visual tiende al desvanecimiento, de la misma forma que lo bello se diluyó como meta única del objeto artístico.

Como pintor esto último me preocupa, y será posteriormente, que trate de encontrar una explicación a un sinsentido provisional de una época moderna, entendida como presente. Por lo pronto, termino de leer a Danto conservando mi ambivalencia.

EPÍLOGO

Con la distancia en el tiempo, probablemente podamos encontrar, que el arte realmente no murió, que sólo transitó por un proceso que fue tan pensado, que no lo vimos jamás pasar como una definición de nuestro tiempo. Quizá el arte se encuentra aún ligado con la trayectoria de la historia que finalmente, no podemos dejar de construir generación, tras generación, tras generación…

Dedicado a la convalecencia de mi abuela Victoria Hidalgo, gran conocedora y coleccionista del arte y sus efectos.

Mauricio Zárate, Tlalpan D.F.

NOTAS

(1) FUENTE: Diccionario de la Real Academia Española : estadio: 4. M. Etapa o fase de un proceso, desarrollo o transformación

(2) Los sistemas de la vida y la naturaleza cambian constantemente. Asumo al hombre como parte de esa naturaleza en el sentido en que Merleau-Ponty lo señala en su Fenomenología de la Percepción como un ser-en-el mundo. Cierto es que las civilizaciones presentan rasgos que las caracterizan, que las ubican en el tiempo histórico. Pero yo lo observo como un sistema cultural en permanente cambio, que en sus logros tecnológicos demuestra, una capacidad de adaptación a un flujo de tiempo que no conoce pausas, va con él. La evolución biológica en perfecta vinculación con los desarrollos sociales, políticos, culturales; es decir, una integración que por su misma consistencia heterogénea, se vuelve impredecible, no se congela en un parámetro taxonómico.

(3) A este respecto debo aclarar, que conservo una visión monista. No separo a las capacidades del cuerpo de las capacidades mentales. El dualismo es a mi modo de ver, una posición muy cuestionable en tiempos de una fisiología, de una neurociencia.

(4) Entrevista a Arthur C. Danto por Clio E. Bugel para IPS (Inter Press Services, 1999). Documento electrónico -PDF. pp. 7

(5) «(…) la obra de arte tiene, en nuestro tiempo, el sentido principal de una ruptura, de una diferenciación en la cadena indistinta de signos que constituye el universo cultural de las sociedades de masas». (Jiménez, José., Teoría del Arte, Madrid, Tecnos Alianza, 2002. p. 243)

No hay comentarios:

Publicar un comentario