Todo artista tiene que pasar por un proceso de crecimiento para desarrollar su propuesta artística. Este proceso comienza, inconcientemente, desde el momento mismo de interactuar con el entorno desde la más temprana infancia. Cada experiencia sensorial, anímica e intelectual poco a poco va conformando las determinantes que habrán de dar como resultado el primer acercamiento del individuo al fenómeno del arte. Algunas de esas primeras experiencias de vida son agentes motivacionales para iniciar una vida dedicada a la producción artística. Mientras que algunas de esas motivaciones pueden resultar en características constantes en la obra.
De esta manera, en mi caso, una experiencia socializada aprendida y aprehendida desde la infancia ha dado forma a mis intereses en torno a mi actividad artística. Desde muy pequeño adquirí el gusto por las danzas tradicionales del carnaval de Tlaxcala, debido a la alegría de la música, la vistosidad de los disfraces y la energía de los movimientos. Sin embargo, mi primer acercamiento a las Artes Visuales se dio por un interés más bien pictórico figurativo que en nada se asociaba con mi gusto por las danzas. Fue hasta después de concluido mi primer trabajo en una institución cultural (posterior a mis estudios de licenciatura) que decidí unir dos de mis principales intereses: mi obra y las danzas. Apelando a una necesidad personal de integración de mi parte plástica y mi lado danzante. Situación que impulsa una búsqueda teórico-práctica de identidad personal y artística.
Por lo cual decidí proponer como proyecto de tesis una investigación sobre la construcción identitaria en los disfraces tlaxcaltecas de carnaval y en el cosplay (costume player), que es una afición juvenil actual que consiste en disfrazarse de algún personaje de ficción (historieta, videojuego o serie animada) y comportarse como éste. Por una parte, los trajes tradicionales resultan de un proceso artístico colectivo, una idea no occidental del quehacer plástico-conceptual. Por otra, el cosplay es una manifestación de la cultura de masas, el consumismo y la idea de la creación individual, características del sistema de económico occidental que desde finales del siglo XVIII contribuyó a la construcción de la idea que hoy llamamos Arte. Sin embargo, ambos atuendos tienen como punto en común ser manifestaciones identitarias. Además, desde hace aproximadamente dos décadas varios danzantes tradicionales tlaxcaltecas han bordado personajes de comics en sus trajes o incluso algunos jóvenes se disfrazan de algunos personajes y se integran a las danzas espontáneamente. Fenómeno que aprovecho para llevar a cabo mi obra. Considero esta investigación como una metáfora de mi propia búsqueda de identidad en mi proceso de creación, que se debate en una hibridación de mis determinantes regionales y el súper yo global de la actualidad.
Por lo cual, algunas de mis principales metas al ingresar al Posgrado en Artes Visuales es dar, sino respuesta, sí un acercamiento mejor planteado a mis inquietudes artísticas que canalicen de forma productiva mi desarrollo profesional y personal. Primeramente, he realizado algunas pinturas con esta temática teniendo como principal interés la asociación de danzantes con referencias a elementos iconográficos apropiados de la cultura de masas, como productos de consumo y cosplayers mismos; por lo cual mi pintura ha sido figurativa. Sin embargo, es mi interés buscar alternativas plásticas que me permitan desarrollar el tema visualmente más interesante. Además, al haber hecho un estudio sobre una danza de carnaval, La danza de la Culebra, publicado el año 2009 en Tlaxcala, me cautivó la idea de una manifestación artística colectiva que dialoga de una manera u otra con la vida cotidiana de las comunidades. Es como una obra que es parte de una propuesta aún más grande: la cultura de una sociedad. Lo cual en la historia del arte contemporáneo puede relacionarse con las ideas de Joseph Beuys sobre Escultura Social. Por lo que me gustaría que mi obra se integrara dentro de esa dinámica: además de ser una propuesta plástica individual, que sea al mismo tiempo extensión de una idea “artística” socializada, como un danzante que ejecuta la danza imprimiendo su propia visión de la práctica.
Y es ahí donde encuentro un conflicto, pues el mundo del arte sigue teniendo una división muy marcada entre lo que considera arte “culto” y "artesanía", entre lo "internacional" y lo “local”. Por un lado estoy en una etapa de mi vida de franco interés en mi parte “regional”; pero temo que mi obra pudiera caer en un encierro u obviedad tanto en el tratamiento del tema, la identidad en los disfraces, como en su solución pictórica. Quiero desarrollar una propuesta plástica contemporánea; no ilustrar un fenómeno. Es aquí donde el súper yo global me interpela y me hace pensar que en el arte todo se vale, menos recurrir a algún elemento de la cultura natal del artista si ésta no es citadina y “universal”. ¡Ay de aquél que se atreva a recurrir a ella! Porque será acusado de “provinciano” y “kitch” y muy probablemente enviado a la hoguera al desdén futuro del mundo del arte y sus instituciones que hacen y deshacen a su antojo y/o conveniencia lo que es Arte y lo que no, sin encontrar mayor resistencia en el proceso. No se trata de estar atentos a lo que digan o dejen de decir los detentadores del discurso; pero también hay que hacer valer nuestra opinión como artistas. Al fin y al cabo es nuestra obra la que hace funcionar al aparato cultural. Tampoco es el caso imponer un nacionalismo a ultranza como condición necesariamente artística; sino simplemente, en mi caso, incluir un detalle de mi herencia cultural en mi obra como parte del desarrollo de mi propuesta, así como cito al cosplay: un elemento iconográfico susceptible de experimentación, resignificación o reinterpretación. Estoy consciente de que este modo de pensar puede ser interpretado desde una perspectiva política. Sin embargo, al igual que la mayoría de los artistas, estas implicaciones resultan de mi parte involuntarias e indeseables. Pues desafortunadamente en nuestro país la política es como el sistema digestivo: todo lo que cae en ésta se convierte en... Aunque hay que admitir que, más allá de las intenciones del artista, la obra nunca es “inocente”. Como dijera Rudyard Kipling: “un escritor puede concebir una fábula, pero no penetrar su moraleja”. Eso, bien dice Kipling, ya no depende de nosotros los autores.
Soy un alumno de nuevo ingreso y por ahora son mayores mis inquietudes y dudas que propuestas y posibles soluciones. Sin embargo, mis intereses pictóricos se enfocan en la resignificación de mi repertorio iconográfico y experimentación en la solución formal de mis piezas. En tanto que conceptualmente, pretendo estructurar un discurso contemporáneo donde la obra sea consecuencia lógica de la investigación en torno al disfraz tradicional tlaxcalteca y al cosplay como manifestaciones ambas de identidad. Para lo cual vengo a aprender tanto de los profesores como de los compañeros estudiantes. Pues en el arte como en la vida podemos desarrollarnos mejor cuando nos ayudamos unos a otros.
29 de agosto de 2010
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