Tres piezas independientes, una misma pared. Flores para Joseph Kosuth, Rizoma a, y Fractal II son tres piezas que si bien cada una tiene una pregunta en particular las tres comparten ciertas características como el hecho de ser modulares, la madera es el elemento estructural y compositivo que les da unidad entre ellas. Las piezas de Manolo me interesan por el juego que genera a partir ellas. Un juego que va de la mirada a la idea, de la materia a lo mental. Me es inevitable esbozar una sonrisa cada vez que mi mirada las recorre, son piezas que dentro de ellas se encuentran historias, emociones, personajes, pintores y pintura. Una sonrisa que varía de la empatía a la ironía. Por una lado su factura “aparentemente” desenfadada y lúdica frente a todas las preguntas e interrogantes que estas generan. Estas piezas que resaltan del resto de la muestra, por su factura, por sus diversas superficies, por su fuerza, materialidad y por los cuestionamientos pictóricos que se encuentran en sí mismas y su modo de construcción final. Estas piezas que reflexionan sobre la pintura y ciertos elementos compositivos, además de poner en manifiesto la materialidad de la pintura en sí; la pintura como disciplina y la pintura como materia.
El trabajo de Manolo reflexiona sobre la ilusión, la apariencia, la representación, el espacio ,el ritmo, la construcción matérica(pintura) . Preguntas construidas de madera, hechas pintura, hechas objeto. El punto donde la modernidad y posmodernidad cruzan las miradas y las reflexiones. Dónde ella, la pintura, se pregunta por sí misma; dónde ella, aparece.
Del juego a la reflexión seria. Donde la pintura se convierte en un rompecabezas para construir, deconstruir, para generar preguntas y reflexiones, para fragmentar y volver a reunir. Donde se cuestiona el papel de pintor como constructor, como carpintero; o como el creativo que desarrolla la idea y alguien más lo factura. Dónde el juego y el azar son elementos importantes en su ejecución y el accidente es hijo directo de estos dos, y dónde su origen es una pregunta clara. El trabajo de Manolo hace que se potencien y terminen generando un discurso contundente y sólido.
La primera pieza “Flores para Kosuth” tiene como idea central la representación; “Rizoma a” el elemento que cuestiona es el espacio pictórico y “Fractal II” reflexiona sobre el ritmo y la repetición. Cada una de ellas son preguntas abiertas con una posibilidad infinita de soluciones matéricas donde el proceso y el juego aparecen en forma de construcciones que lindan entre lo bidimensional y tridimensional y declaran la forma pictórica como el medio, en este caso, que contiene y nos presenta diversas ideas, estructuras y soluciones. Otra característica de estas piezas es que son evidentemente procesos tanto mentales como materiales. La manera en como son realizadas devela una particular en este artista de relacionarse con los objetos y las formas, donde se encuentra soltura y energía, evidencia una velocidad rápida y diferente al tiempo de reflexión y cuestionamientos que él se hace en torno a la pintura y lo pictórico.
La pintura entra por los ojos, como imagen,como materia sensible; pero esta pintura tiene volumen, tiene huecos, es modular se separa para volver a ser reunida en un cuadrado. La pintura como construcción, pero no como una ilusión construida (hecha imagen), la pintura como objeto. Las piezas de Manolo nos susurran al oído distintos momentos de la historia de la pintura; nos murmullan nombres como J. Albers, J. Kosuth, J. Johns, R. Rauschenberg, A. Tàpies o un acertijo. Es una pintura donde la materia desnuda se muestra así misma consciente de su estructura, ya compuesta, donde los guacales adquieren ritmo, donde sus vetas confieren dirección .
La apariencia, el concepto y el lenguaje se encuentran reunidas en estas piezas.
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