lunes, 15 de febrero de 2010

Eje 5, Revolución

Ensayo acerca de la pintura: Eje 5, Revolución, del artista David Pescador

Actualmente la ciudad de México al igual que otras grandes ciudades en el mundo se encuentra en una constante transformación. El parque vehicular que se desborda por las avenidas al igual que el crecimiento demográfico, exige de manera obligada la reconstrucción del espacio citadino. Ahora los autos se desplazan a 30 metros de altura sobre el nivel del suelo en espectaculares “avenidas en segundos pisos”, y las casas habitación se apilan unas sobre otras hasta formar gigantescas torres de apartamentos. Las maquinarias, las señales precautorias y los tinglados provisionales, van revistiendo las zonas de obra en las que pronto aparecerán construcciones que cambiarán no sólo el rostro de la ciudad, sino el de sus habitantes, quienes tendrán que modificar sus prácticas para dialogar con las nuevas maneras de tránsito y ocupación. Estas nuevas formas y relaciones que los habitantes “padecemos” encuentran un eco poético, casi alegórico, en la pintura de David Pescador que, más allá de recrear con esplendida ilusión fragmentos de la ciudad, señala de modo testimonial una nueva percepción que se va construyendo y reconstruyendo en los ojos del espectador.
En el cuadro se muestra un puente elevado que desaparece en su parte media como si hubiese sido borrado por el pintor y que continua su estructura mimetizado en las horizontales de un semáforo, y éste a su vez se prolonga en los muros de un edificio; ésta hibridación de formas nos remite a un proceso continuo de construcción en la ciudad, labores de ingeniería resguardadas por botes de contención color naranja, desvían o guían nuestro transitar y nuestra mirada dentro y fuera del cuadro. La luz del semáforo está en rojo y nos detienen o nos permite avanzar sin mayor contra tiempo por un espacio imaginario, donde la yuxtaposición de distintas imágenes armonizadas en un sutil tono gris verdoso, recrean el sentido de unidad y totalidad a partir (paradójicamente) de la fragmentación y el reordenamiento de las formas en el cuadro. Imágenes que pese a su descontextualización, nos ofrecen una concisa historia visual, en la que la ciudad se encuentra reinventada a complacencia del artista, una ciudad que a su vez nos recuerda a otras tantas, el sentido de globalidad se haya inmerso en la manipulación de las formas, que dejan sin orientación y sin rostro la localidad de la urbe –cuando uno ve ésta pintura le es difícil precisar de que lugar se trata-. La pintura nos habla de la construcción del espacio en la ciudad(es), del espacio que habita y que es habitado, que nos envuelve dentro y fuera del cuadro. Esta pintura, me hace recordar, sino en apariencia, sí en la forma del manejo espacial, a uno de los padres de la pintura moderna: Cézanne, quién fijó sus ojos al interior del cuadro ocupado más en la naturaleza propia de la pintura, que en la del exterior. En este caso, la pintura de Pescador, si bien depara en la construcción interna del cuadro, las formas reconocibles de la ciudad permanecen casi inalteradas; más bien se muestran recortadas, fragmentadas, yuxtapuestas, como en un collage cubista, donde la percepción múltiple y vertiginosa del tiempo y el espacio, se interpreta en un desdoblamiento de formas, que hacen visible ante los ojos de quién las mira, diversos ángulos de la misma cara. La ciudad en sus infinitas vistas reordena su espacio en el trabajo de Pescador para ofrecernos una certera ilusión de la construcción espacial de una pintura.
En fin, más allá de las posibles asociaciones que se puedan encontrar con el pasado de la pintura, la obra que se muestra actualmente en la exposición “El tiempo de la pintura” (en la Escuela Nacional de Artes Plásticas, UNAM), nos invita a reflexionar entorno a las diversas caras del espacio urbano y el espacio de la pintura en el presente.
Eje 5, Revolución, Acrílico / madera, 150x150 cm, 2009

El güero ramos
México DF, febrero del 2010

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