domingo, 21 de marzo de 2010
El año pasado llegaron a mí unas cuantas revistas de arte latinoamericano, ediciones pasadas de Art Nexus que me han permitido descubrir algunos excelentes artistas pertenecientes a este continente, pero también he descubierto una gran cantidad de artistas y trabajos sin sentido artístico, aportación estética, y en el peor de los casos llenos de clichés, ambigüedades estilísticas y que recurren a la provocación ofensiva de los sentidos como estrategia de impacto. Así como las buenas propuestas se anidan en nuestra memoria, lo horripilante también nos genera recuerdos nada gratos e imborrables. Ejemplo de ello es la pintura titulada Verdeja, 1997, (Ilustración1) del chileno Juan Dávila (radicado en Australia), que para mi gusto dista mucho de ser considerada como pintura y menos aún llamada obra artística. Sin embargo, ante la complejidad del arte contemporáneo, y sus maneras de trabajar, no me es debido entregarme a los impulsos desatados por la pura vista como fuente única de experiencia artística, por lo cual, en un intento de entender aquello a lo que mis ojos no daban crédito, me aproximé al artículo El horror al mestizaje escrito por la crítica de arte chilena Catalina Mena entorno a este trabajo de Dávila, y publicado en una de las antes mencionadas revistas (en el No.23 de 1997). Para suerte mía, aquel ensayo no sólo me permitió comprender como en el arte contemporáneo latinoamericano el problema de “las clases sociales y la identidad” sigue causando mella en la conciencia histórica y actual de los artistas, sino como las maneras de abordar este delicado asunto, han dado pie para resignificaciones cada día más vacías y llenas de clichés, traducidas en imágenes “chistosas, melodramáticas o feas”.
Verdeja, es una pieza que perteneció a una exposición titulada Rota, mostrada en la Galería Gabriela Mistral (Chile 1997) la cual hace alusión a el roto Verdejo, personaje creado por el dibujante Coke en la revista chilena Topaze. Verdeja según la crítica Mena “Es la caricatura popular y festiva del roto tolerable”. El roto (dicho en el mismo artículo) es el título de una novela escrita por Joaquín Edwards Bello en 1918, en la cual el autor aborda un estereotipo de la clase baja, recreando un personaje “despreciado, al que se castiga y se teme al mismo tiempo”. (muy distinto al creado por Coke).
Estas referencias como recurso para argumentar un discurso en la obra de Dávila parecen ser un bloque sólido, sin embargo la edificación de ésta, se mira endeble. En su loable intento por re-significar la imagen de Verdejo (de Coke), para acercarse más a la critica de los modelos de jerarquización social basados en la “pureza de la raza” planteados por Edgard Bello y su Rotito, Dávila olvida que la construcción de la imagen no se sustenta solamente en la ilustración de ideas, inclusive, en muchas ocasiones la imagen se presenta independiente a todo verbo. Al “travestir” como señala Mena a el roto Verdejo en Verdeja éste(a) pierde la identidad no sólo social sino de género, y se vuelve así una pantomima burlesca y grotesca de las diferencias sociales y sexuales. “Un pobre sucio con pechos de mujer montado a caballo, o un caballo (con medio torso de pintura “mondrianesca”) con una mujer bigotona sobre sus lomos”, como quiera verse, esta imagen viene a ser la caricaturización y ridiculización de las clases sociales, las orientaciones sexuales y hasta de los estilos pictóricos.
El cliché del hombre pobre a caballo como el conquistado-conquistador, y la recurrente mezcla entre pintura abstracta y figurativa (Europa central- Estados Unidos), así como la conjunción ambigua entre hombre y mujer tratan a toda costa de ser coherentes con un discurso caduco de la hibridación posmoderna y su horror al no saber ¿Quiénes somos? ante la apertura de las fronteras políticas y culturales, así como de la orientación sexual. Dávila olvida la función central de este tipo de reflexión crítica, que es construir, proponer, sustentar y no sólo listar un cierto número de peculiaridades o posibilidades de orden social, sexual o pictórico. Dávila deja ver el vacío en que han caído algunas reflexiones entorno a temas como la identidad o el mestizaje, al recurrir de manera trillada a recursos visuales a manera de collage ilustrado. Pasando por alto el valor propio de la pintura.
Caprichosa es sin duda la propuesta de Dávila y hasta osada dirían algunos. Opinión a la cual podría sumar mi voto, pero la fea apariencia del personaje y el mal manejo de la pintura, no me lo permite, y no es que algún prejuicio de pintor decimonónico me lo impida –ya que no lo soy-; solamente pienso en otras pinturas donde tema y tratamiento son uno solo en beneficio de la propuesta, como Saturno devorando a sus hijos de Goya o alguno de sus grabados de los Desastres. Un tema de gran critica social con una imagen de algo horrible pero “bien ejecutada” hacen una gran mancuerna y logran a partir de seducir a los sentidos sembrar una semilla de reflexión sin menos preciar al objeto. O si se quiere, podríamos pensar en una pintora contemporánea como Marlen Dumas donde la ejecución accidentada y monocromática atina bien a la sordidez de los temas representados en sus acuarelas y óleos. Otro gran ejemplo es Francis Bacon. Así, podría referirme a más obras de arte para ejemplificar el caso donde la pintura refuerza en imagen al tema; lo que no sucede con Verdeja. Un tema de gran fuerza se ve opacado por la tibieza no sólo de los trazos sino por el palimpsesto forzado presente en el caballo. A demás ante la localidad del tema, la pintura, para nosotros los espectadores que no conocemos del discurso, nos puede dejar en un vació de sensaciones, ya que no termina de ser afable ni desagradable al punto del horror o la estimulación de los sentidos.
Al admitir interés por el concepto pero repulsión por la imagen, me es preciso decir para finalizar este ensayo que, a mi consideración el arte contemporáneo o actual ya no puede valerse sólo de una parte, tiene que desarrollar la idea aprovechando al máximo las cualidades de la disciplina y sus soportes. Concepto, ejecución y objeto deben de ser uno mismo.
El güero ramos
México DF, marzo del 2010
miércoles, 10 de marzo de 2010
LA TEMPORALIDAD CONGELADA
domingo, 7 de marzo de 2010
Evocando el recuerdo
La pieza Bañera Rosa rosa de la pintora Silvia Andrade, me cautiva por su extraña familiaridad. En ella representa una bañera solitaria, pintada casi de manera monocromática (magentas y rosas con muy sutiles diferencias) e iluminada por una luz tenue, fantasmagórica, que proviene de una ventana en la que no se puede ver la hora del día, tampoco se ve que hay afuera, sólo luz, espacio, gris.
La consagración de la primavera. El estimulo complejo y la pintura antes de pintar.
La consagración de la primavera
El estimulo complejo y la pintura antes de pintar.
El estimulo complejo es un concepto acuñado por G. Deleuze para hablar de la pintura de F.Bacon. Tomare este modelo teórico para hablar de la pieza La primavera (beso debajo de la luna ) de G. Quiroz.
El estimulo complejo es un lugar intermedio y por lo tanto en un distinto dominio sensible entre la información puramente visual (forma pura) de la pintura abstracta y la información narrativa , ilustrativa y literal de la pintura figurativa.
Estos dos caminos del quehacer pictórico parecían antiguamente los únicos dos polos en la pintura moderna. G.Deleuze intenta descifrar como F.Bacon es capaz de liberarse de lo puramente visual (abstracción) y al mismo tiempo de lo puramente narrativo e ilustrativo(figuración). G. Deleuze menciona varias claves especificas de la pintura de F.Bacon pero a mi me gustaría mencionar solo una para hablar con más claridad la obra de G.Quiroz.
El modo es dejar de considerar la superficie pictórica como una superficie blanca y virgen; asumir que la pintura antes de pintar es un lugar invadido por toda clase de imágenes predispuestas y clichés . En el caso de G.Quiroz estos forman parte del vasto conocimiento de su técnica, la cual posee un alto grado de refinamiento y acabado, un aprovechamiento muy consciente del accidente y una noción clara de los efectos resultantes. Esto es evidente cuando se ven las tres piezas presentadas por G.Quiroz en conjunto en la exposición el tiempo de la pintura. Las piezas verano e invierno, poseen un grado más “acabado”, son piezas casi perfectas en donde nada se les puede agregar o quitar, son en este sentido, piezas completas que cumplen con la imagen predispuesta que la técnica de G.Quiroz le permite obtener.
A veces el pleno control técnico puede resultar en pinturas muy buenas, excelentes sin duda, pero en especial la pintura abstracta al no contar con un referente objetual directo que asombre al creador, puede perderse en un ensimismamiento que si no es considerado deviene en composiciones y resultados técnicos esteticistas y retinianos que buscan mas el agrado y lo decorativo. Si bien la pintura de G.Quiroz esta cargada de una búsqueda lirica y sentido poético, expresada a través de la materia del oleo, su color y superficie. El estimulo complejo busca llegar màs lejos, a un distinto dominio sensible.
La pieza primavera , lo consigue. La forma en la que logra desatarse de lo clichés y vicios técnicos tiene que ver con un cambio en el proceso creativo de G. Quiroz. La pintura primavera parte de una imagen de referencia que desató estímulos sensibles. Estos estímulos consideran a la figura como una forma sensible relacionada con la sensación .Esta relación va ganado fuerza sobre la superficie de la pintura antes de pintar, se va volviendo más fuerte, más probable y más difícil de contener. Es como un estallido violento que desencadena la psicología del pintor junto con el acto corpóreo de construir con materia. La pintura entonces deja de ser una mera figura, deja de narrar, de ilustrar, de decorar y de agradar para convertirse en un hecho pictórico.
La imagen de referencia al ser usada por G.Quiroz después de su amplia experiencia como pintor abstracto (recordando el dominio que posee sobre el aprovechamiento del accidente y el dialogo con la materia y el color); le permite ver la referencia como un punto de partida y no como un punto de llegada, por lo tanto no busca representarla, no es la mimesis de la forma , es solo un intento de semejar por medios no semejantes, disparar el gesto y el color del momento psicológico especifico que si se refiere pero no narra la historia, no cuenta el cuento, escapando con esto del vicio ilustrativo en la pintura figurativa .
La primavera se vuelve entonces otra cosa, un lugar entre la forma y la materia , entre lo reconocible y el gesto, una masa que gravita y que desciende, explota en violencia carnal, esponantea y factual , cruda y agresiva en un espacio entre ensoñaciones y recuerdos. Es entonces un pintura arriesgada, no necesita considerar el retoque (solo opacaría el estado anémico especifico del pintor), ni el acabado, esta incompleta y por eso es provocativa, autónoma se olvida del agrado del espectador, es propia y esta viva. Detona la mayor cantidad probable de estímulos por desprenderse y desangrarse en su hecho pictórico, no habla directamente de una historia concreta, ni ofrece un reconocimiento sencillo, tampoco es placer puro para la retina porque plantea una tensión que exige, incluye a ambas y las excluye simultáneamente, generando entonces un sentido más complejo.
Manuel Garibay
viernes, 5 de marzo de 2010
“¿UNA CRUDA REALIDAD?”
Hablar de la realidad o mejor dicho de las realidades es también hablar de contextos: el de la pieza propia, el del lugar donde se exhibe, el del autor. Y cada uno de estos contextos nos lleva a diferentes situaciones y circunstancias que convergen en un mismo tiempo y espacio, denominándole así “realidad-es”.
El contexto del autor lo encontramos principalmente inscrito en un ámbito académico que comparte con otros jóvenes pintores en el Seminario de Investigación y Pintura Contemporánea de la Escuela Nacional de Artes Plásticas de la UNAM, donde la producción de sus trabajos la ha complementado con la participación en diferentes concursos y exposiciones, como es el caso de la muestra colectiva “De Cuerpo al Cielo. Pintura y Espacio” (2008) que aconteció en la galería de la Facultad de Artes de la Universidad Veracruzana en la cual, sus pinturas las derivó con el dibujo hacia los muros de la galería usando la fotografía, acetatos y un proyector. También su contexto ha estado fuera de los recintos universitarios con otras agrupaciones haciendo intervenciones audio- visuales, como por ejemplo con el colectivo multidisciplinario “La Trinchera” y el dueto de rock de cámara “la Perra”. Esto lo ha llevado a experimentar y reflexionar con la imagen fotográfica en movimiento y el dibujo digital proyectado en diferentes espacios a la par del sonido y la música en tiempo real. Estos tres elementos contextuales nos dan una primera referencia de “la realidad” en que este pintor se desenvuelve en este momento.
El segundo contexto que quiero mencionar es el del lugar donde en este momento se encuentra expuesta “Flores para Kosuth”. “el tiempo de la Pintura” es la muestra colectiva de los pintores participantes en el Seminario de Pintura que dirigen los maestros Diana e Ignacio Salazar. En esta exposición los participantes presentan de dos a cuatro piezas, teniendo un total de 24 obras. La muestra tiene dos elementos compositivos que la unifican: el formato cuadrado y la escala de 150 x 150 cm. Por la parte temática cada expositor continuó desarrollando lo que venía haciendo desde años atrás a excepción de Manuel que comenzó a trabajar con planteamientos propios del cuadrado. Así, esta exhibición queda como uno de los resultados del seminario y un referente para la comunidad de la ENAP.
Por otro lado, una segunda vertiente de este mismo contexto de lugar es justo la ENAP, que muy cerca de su plantel de Xochimilco (que en lengua originaria significa “lugar de la flores” y tal vez sea esta la razón por la cual está escrita la palabra “Xochitl” en la pieza) se encuentran mercados de flores muy próximos. A lo mejor si la ENAP estuviera en la parte oriente de la Ciudad de México (ENAP-Iztapalapa, por ejemplo) donde hay muchos deshuesaderos de automóviles y si Manolo viviera cerca de uno de estos cementerios de coches, la pieza no se llamaría “Flores para Joseph Kosuth” sino, “Mofles para Joseph Kosuth” y tendría otras connotaciones.
La ENAP con su larga tradición (228 años) en la enseñanza y formación de artistas y diseñadores y como una institución universitaria es un lugar que ofrece excelentes oportunidades para la creación y desarrollo del conocimiento y espacios para la difusión de diferentes manifestaciones culturales y artísticas, tal es el caso de la galería Luis Nishizawa que alberga en estos momentos las “Flores para Kosuth”. Esta galería es la principal sala de exposiciones de la ENAP-Xochimilco, la cual ha recibido diferentes tipos de muestras colectivas e individuales tanto de estudiantes como de profesores de la misma escuela como de fuera. La galería, recientemente remodelada, tiene diferentes características físicas: tres alturas, iluminación dirigible con intensidad controlada, adaptación para crear muros falsos, apertura para trasformar el color de los muros y cuenta con un patio al aire libre, además de ser muy amplia y con una estética contemporánea, y junto con una museografía idónea, se convierte en un espacio de recepción muy favorable para la exhibición de trabajos artísticos.
De esta manera la “el tiempo de la Pintura”, Xochimilco, la ENAP y la Universidad conforman estas realidades de ubicación y de espació de la pieza.
El tercer y último contexto que quiero abordar es el de la pieza misma. Esta obra tiene una fuerte relación con su título: “Flores para Joseph Kosuth”. Se trata de un homenaje a este artista y a lo que planteaba. Kosuth, formado en la Escuela de Artes Visuales de Nueva York y en la Nueva Escuela de Investigación Social (en estudios de antropología y filosofía) tuvo una presencia muy fuerte en la década de los 60 ´s en el arte conceptual. Él proponía la confrontación derivada de la unión de un mismo contenido con diversas formas de lenguaje, presentando así un objeto, la fotografía de este y la definición escrita del objeto (“uno y tres martillos”, 1965 o “una y tres sillas” 1966). Hacía entre ver el problema de las reglas de representación, el cuestionamiento sobre el sentido del uso de un solo código y ponía mayor énfasis sobre la propia estructura del lenguaje que sobre los contenidos que en ellas se podían adherir. Es un planteamiento donde se cuestiona la idea de la propia creación del objeto artístico y le da mayor importancia a la dimensión conceptual.
Manolo ciertamente juega con estas dos dimensiones: la parte conceptual de la pieza y la creación de la pintura como objeto. En la primera está el cuestionamiento de la “realidad” y la representación de esta realidad a partir de tres maneras diferentes: las flores mismas en el frasco de cristal, las flores gráficas y pictóricas y las palabras “flor” en diferentes idiomas. La pieza nos pregunta ¿de qué flores nos habla?, o mejor dicho ¿cómo construimos y entendemos el mundo: objetualmente (el mundo físico tangible y comprobable), a partir de la representación (la parte ilusoria o virtual), o por un modelo lingüístico (a través de la palabra ya sea hablada o escrita)? Pienso que está pieza juega y cuestiona los modelos mentales de la construcción de la realidad. Convencionalmente podríamos decir que las flores y el frasco de vidrio serían la realidad, entendida esta como lo tangible y medible, pero también a nivel mental existe la construcción de las ideas, reflexiones e intenciones que dan origen a la construcción material de los objetos artístico y que en si, por el hecho de ser objetos, también entran en esta dimensión de realidad física y este nuevo objeto a su vez da pie a generar otros cuestionamientos, ideas y sensaciones y así puede convertirse en un ciclo continuo de varias realidades en una sola.
Por la parte de la creación de la pintura como objeto, Flores para Kosuth, es muy diversa. En primer lugar está hecha con distintos materiales: grafito, óleo, tela, pirograbado, transferencia de la imagen fotográfica con tóner de fotocopia, tarimas de madera, flores muertas y un envase de cristal transparente. Es un ensamblaje interdisciplinario entre lo pictórico, lo gráfico, lo fotográfico y lo objetual. En segundo lugar el soporte general son las cuatro tarimas de madera “cruda” de 100 x 50 cm cada una acomodadas unas sobre otras en forma horizontal y vertical generando diferentes profundidades físicas y una estructura compositiva cuadrada, es decir los cuadrados dentro del formato cuadrado, y obteniendo así la escala general de 150 cm por lado. El tercer punto es la tabla de 50 x 50 cm que está en el centro de la pieza y que tiene una pequeña repisa que sostiene el envase de cristal con las flores muertas (disecadas con baños de mowilith). En dos esquinas están montados los bastidores entelados que tienen las pinturas de las flores (matéricas y gestuales) y en las otras dos las flores están pirograbadas sobre la misma tarima. En la parte central superior e inferior está la palabra “flor” repetida muchas veces. Finalmente todos estos elementos mencionados tienen una factura y un terminado inacabado y crudo, pero en su conjunto, ensamblado y en el contexto de espacio de exposición se transforma en otra realidad, en una donde la pintura se muestra mucho más cocida y acabada.
Estos son los tres contextos con los que asocio las realidades del autor, el lugar y la pieza, que a fin de cuentas es una sola, con diferentes caras y posiciones, pero una misma: la de las “Flores para Kosuth”.
Fernando Aranda González
febrero del 2010
“Un martillo tres martillos” Joseph Kosuth “Flores para Joseph Kosuth” Manuel Garibay
martes, 2 de marzo de 2010
PINTURA PROBLEMATIZANTE O MENTE QUE CAUSA PROBLEMAS. JO BAER.
Primary Light Group: Red, Green Blue, de Jo Baer, 1969.
¿De qué manera podemos comprender a una obra que a nuestros ojos se nos presenta como completamente inaccesible? Esta es una de la problemáticas que constantemente circulan entre aquellos deseosos de comprender una obra de arte, sin importar que se trate de una persona entendida en los diversos lenguajes que presenta el arte y desea establecer un diálogo con aquello que encuentra en un museo, una galería o un libro, o alguien completamente neófito y que únicamente busca el placer de la contemplación de algo llamado pintura, escultura, fotografía, etc. Me gustaría ejemplificar tal problemática a través de la experiencia personal frente a una obra pictórica que en un principio se entiende como problematizante.
En un principio, intentar traspasar la superficie de una pintura, en éste caso específico, exige un ejercicio hermenéutico, o sea, de interpretación. No sólo de una interpretación unívoca, sino de diferentes tipos de interpretaciones mediante las cuales podemos aproximarnos a la obra. Y dentro de tal ejercicio interpretativo, debemos intentar conocer de donde proviene la obra, cual es el contexto en el cual fue creada, para intentar interactuar desde nuestro contexto con el de la obra y quien la realiza. Me referiré concretamente a la obra Primary Light Group: Red, Green Blue, de la artista estadounidense Jo Baer. Se trata de un tríptico de dimensiones variables, donde cada panel tiene dimensiones de 153 x 153 cm. Cada uno está pintado de color blanco y tiene una estrecha banda negra que marca el perímetro físico del lienzo e inmediatamente un borde interior aun más estrecho que separa el blanco de su margen negro. Claramente podríamos situar tal pieza dentro de la más correcta tradición minimalista por el énfasis en la geometría del formato elegido, la repetición seriada, los colores planos y los bordes marcados de manera por demás limpia, lo cual permite volver a situarla con mayor especificidad dentro de la Hard-Edge Painting de finales de los 60 y principios de los 70, la cual se caracterizaba, entre otras cosas, por las transiciones abruptas entre un color y otro, los bordes duros justamente.
Aquí podemos establecer una línea de aproximación a través de los elementos que Baer nos brinda de primera mano: el título. Éste hace referencia a los tres colores primarios del espectro lumínico visual, rojo, verde y azul. Podríamos suponer que tras de éstas pinturas se encuentra una intención de hacer patente el fenómeno físico de la luz percibida por el ojo y denotar las preocupaciones sobre la física, la óptica y la biología que la artista investigó durante una primera formación científica (cosa que sería difícil adivinar dentro de la generalidad si no tuviésemos la preocupación por investigar un poco sobre los orígenes de la autora).
El hecho importante es el ¿porqué me crea problemas de lectura ésta obra?, y la clave está en el concepto personal de pintura, cómo la entendemos y como nos aproximamos a ella. Por ejemplo, si existe una aproximación personal a lo pictórico desde las cualidades matéricas de la obra es innegable que existirá un conflicto, pues, en mi caso, las cualidades tan lisas y la factura tan aséptica que Jo Baer utiliza chocan de una manera especialmente fuerte en mi, que me encuentro acostumbrado a encontrar una carga expresiva a través de las texturas de los materiales, del color, de los procesos técnicos.
Sin embargo, si volvemos a situarnos en el ejercicio hermenéutico podríamos acudir a lo que el filósofo alemán Hans Georg Gadamer menciona como “entendernos en la obra”; esto significaintentar situarnos en el contexto en que Baer la creó y, si es posible, entender los orígenes o la tradición histórica en donde ella se sitúa. Aquí cabe mencionar que luego de una sólida formación como psicóloga y científica, Baer comenzó su camino en la pintura situándose dentro de la última cauda del Expresionismo Abstracto, haciendo alusiones a los artistas pertenecientes a la “primera fase” de éste movimiento y luego reduciendo poco a poco los componentes matéricos y compositivos de su pintura hasta lograr obras como la referida. Éste tipo de pintura reduccionista, significa sólo una fase dentro del amplio trabajo de la pintora, el cual continua hasta nuestros días.
Teniendo tales referentes, no podemos esperar entender éste trabajo particular de Jo Baer como ella lo concibió y entendió, pues se halla insertado en una temporalidad distinta a la nuestra, respondió a una historia específica y a un momento específico de modo que no puede funcionar ni responder a la manera en como concebimos el mundo, como lo vemos actualmente, sobre todo desde un punto de vista muy pesonal. Si acaso podemos intentar aproximar ambos horizontes y lograr una conciliación, sin que por ello esté implicado que logremos entender completamente el discurso de la autora o inclusive que llegue a gustarnos.
Descubrir que tenemos problemas al confrontarnos con cierto tipo de obra implica hacer consciente una nuestra problemática personal para con lenguajes particulares del arte, pues no existe un solo camino por el cual podemos lograr la comprensión total de la obra y ni si quiera podemos pretender que una obra pueda ser comprendida totalmente pues ella misma nos debe cuestionar cada vez que nos hallamos frente a frente, esto con la finalidad de descubrir nuevos senderos mediante los cuales podamos acceder. Así podemos establecer una analogía de la pintura con una puerta que permanece abierta. Nosotros somos quienes la cerramos o la mantenemos abierta de acuerdo a los prejuicios que conlleva nuestra formación, entendiendo prejuicios como todo aquello que viene previo a la confrontación con una persona, objeto, evento, etc. y que nos impide llegar con la mente en blanco, con ojos inocentes hacia lo que nos aproximamos. Dentro de estas cuestiones, una obra de arte no podría provocarnos problemas por sí misma, nosotros somos quienes le conferimos problemáticas personales sin siquiera saber la verdadera intención del autor al momento de crearla. El ejercicio más difícil implica el liberarnos de las barreras que dificultan nuestro acercamiento con una obra de arte, un ejercicio introspectivo que debe entenderse como continuo, sobre todo si se trata, como en nuestro caso, de personas que estamos dentro del mundo del arte y deseamos lograr una mayor compresión del mismo.
Victor Serrano Orozco.
lunes, 1 de marzo de 2010
“Get clean!” ¿Quién le dice a quien?
Cassandra de Santiago
Get clean
Óleo/tela
150 x 150 cm
2010
La joven desnuda y el baño; dos personajes que se desquician y se necesitan el uno al otro.
Lo primero que sorprende a la mirada al ver este cuadro, inevitablemente, es el baño. La seducción del detalle de esos mosaicos atrapa el ojo y lo llama a recorrer las paredes, el suelo, la división de la regadera y finalmente el suelo del baño. No se trata de paredes o pisos que conforman un espacio en donde se encuentra una chica, sino que es una red sumamente extensa y envolvente que convive con la figura principal. Hay también otros elementos dispuestos con gran cuidado: la manera en que cuelga una esponja de la rejilla en la parte superior, la dirección del jabón y la altura de la llave, la coladera y el final del límite de la regadera. Pareciera como si un elemento más colapsaría este orden que interconecta a todos los elementos y el baño completo implotaría hasta tragarse al cuerpo desnudo. El baño, frenético y estático al mismo tiempo, espera el movimiento de la joven, la observa temerosamente, calcula sus decisiones fríamente. Piensa susurrar un aliento de cazador nervioso a través de una de sus tantas ranuras, pero al final siempre decide esperar con aire pesado y melancólico a que sea ella la que tome la primera decisión.
El baño, con todos sus elementos y detalles, es otro personaje. Es un personaje tan exacto que no puede moverse o cambiar nada en él porque de hacerlo se vendría abajo. Es como el malo que a primera vista parece terrorífico pero que en su mente tan compleja yace un temor a ser lastimado. De carácter imponente, al baño le da frío su frialdad y no le queda más que confinar a la chica con su saturación, en un abrazo casi asfixiante y abrumador.
La joven por su parte también aguarda, pero aguarda en sí misma. Se está intentando ver y se ve frágil y fútil, ve su mano convertirse en agua y chorrear. Se siente pequeña e indefensa pero no se puede ver a sí misma en su totalidad, no como la ve el baño. La chica no ve su espalda o su muslo como la vemos nosotros, no ve su tersa piel que se acerca a la porcelana y nos recuerda de Ingres y luego se convierte casi en acero, pulido como armadura, en reposo pero protegida. Se siente vulnerable pero no se sabe fuerte. A diferencia del baño los tratamientos de la piel son lisos y abarcan grandes áreas, no se trata de pequeños módulos ni zonas, sino de un continuo. Pero lo más fuerte de la chica está en sus contornos. Esos límites entre ella y el baño la hacen más presente, más resistente, la manera en que está construida su espalda parecería que podría soportar el derrumbe del baño. Hay gran detalle en la chica también, pero en las partes que ella alcanza a ver: en sus manos, sus pies, su pelo. La espalda sobre todo es la que actúa como caparazón y se despliega sólida frente al baño. Se trata de un caparazón que actúa a la inversa con el conjunto de mosaicos. Es esta limpieza y disminución del detalle lo que la hace acuclillarse como armadillo protegido desplegando esos contornos firmes que se potencian con la luz, la densidad de la pintura y el tipo de pincelada.
La chica se encoje como un imán que irradia corriente magnética hacia todos los bordes del bastidor, y todos los elementos están suspendidos como estrellas, formando una constelación alrededor de este cuerpo. Al mismo tiempo pareciera que el baño quiere devorarse a la joven en su retícula infinita mientras que la joven se resiste a desaparecer. Tanto el baño como ella temen, pero no saben que en el fondo se necesitan mutuamente. Los mosaicos, aunque aparentemente sólidos como estructura, son delicados cada uno; son veladuras y chorreados que se cortan, es un tejido de lajitas transparentes. El baño en su saturación necesita de lo limpio del cuerpo para verse sólido y robusto, envolvente y atemorizante. Pero de estar sólo veríamos las transparencias en detalle y sería un no-espacio, sería melancólico y más bien nervioso. Ella a su vez necesita de un espacio que la envuelva y la dote de cierto peso por contraste, de un espacio con muchas calidades para que lo limpio y continuo de su piel se haga visible.
La saturación del espacio y la limpieza de ella son el diálogo que ocasiona tensión entre los dos personajes y armonía en el conjunto, son fuerzas que empujan hacia adentro y hacia afuera y el bastidor permanece cuadrado en esta silenciosa pausa justo antes de mover la siguiente pieza en el tablero de ajedrez.