Ensayo: El horror a las ideas ilustradas, del por que mi rechazo ante la pintura Verdeja de Juan Dávila
El año pasado llegaron a mí unas cuantas revistas de arte latinoamericano, ediciones pasadas de Art Nexus que me han permitido descubrir algunos excelentes artistas pertenecientes a este continente, pero también he descubierto una gran cantidad de artistas y trabajos sin sentido artístico, aportación estética, y en el peor de los casos llenos de clichés, ambigüedades estilísticas y que recurren a la provocación ofensiva de los sentidos como estrategia de impacto. Así como las buenas propuestas se anidan en nuestra memoria, lo horripilante también nos genera recuerdos nada gratos e imborrables. Ejemplo de ello es la pintura titulada Verdeja, 1997, (Ilustración1) del chileno Juan Dávila (radicado en Australia), que para mi gusto dista mucho de ser considerada como pintura y menos aún llamada obra artística. Sin embargo, ante la complejidad del arte contemporáneo, y sus maneras de trabajar, no me es debido entregarme a los impulsos desatados por la pura vista como fuente única de experiencia artística, por lo cual, en un intento de entender aquello a lo que mis ojos no daban crédito, me aproximé al artículo El horror al mestizaje escrito por la crítica de arte chilena Catalina Mena entorno a este trabajo de Dávila, y publicado en una de las antes mencionadas revistas (en el No.23 de 1997). Para suerte mía, aquel ensayo no sólo me permitió comprender como en el arte contemporáneo latinoamericano el problema de “las clases sociales y la identidad” sigue causando mella en la conciencia histórica y actual de los artistas, sino como las maneras de abordar este delicado asunto, han dado pie para resignificaciones cada día más vacías y llenas de clichés, traducidas en imágenes “chistosas, melodramáticas o feas”.
Verdeja, es una pieza que perteneció a una exposición titulada Rota, mostrada en la Galería Gabriela Mistral (Chile 1997) la cual hace alusión a el roto Verdejo, personaje creado por el dibujante Coke en la revista chilena Topaze. Verdeja según la crítica Mena “Es la caricatura popular y festiva del roto tolerable”. El roto (dicho en el mismo artículo) es el título de una novela escrita por Joaquín Edwards Bello en 1918, en la cual el autor aborda un estereotipo de la clase baja, recreando un personaje “despreciado, al que se castiga y se teme al mismo tiempo”. (muy distinto al creado por Coke).
Estas referencias como recurso para argumentar un discurso en la obra de Dávila parecen ser un bloque sólido, sin embargo la edificación de ésta, se mira endeble. En su loable intento por re-significar la imagen de Verdejo (de Coke), para acercarse más a la critica de los modelos de jerarquización social basados en la “pureza de la raza” planteados por Edgard Bello y su Rotito, Dávila olvida que la construcción de la imagen no se sustenta solamente en la ilustración de ideas, inclusive, en muchas ocasiones la imagen se presenta independiente a todo verbo. Al “travestir” como señala Mena a el roto Verdejo en Verdeja éste(a) pierde la identidad no sólo social sino de género, y se vuelve así una pantomima burlesca y grotesca de las diferencias sociales y sexuales. “Un pobre sucio con pechos de mujer montado a caballo, o un caballo (con medio torso de pintura “mondrianesca”) con una mujer bigotona sobre sus lomos”, como quiera verse, esta imagen viene a ser la caricaturización y ridiculización de las clases sociales, las orientaciones sexuales y hasta de los estilos pictóricos.
El cliché del hombre pobre a caballo como el conquistado-conquistador, y la recurrente mezcla entre pintura abstracta y figurativa (Europa central- Estados Unidos), así como la conjunción ambigua entre hombre y mujer tratan a toda costa de ser coherentes con un discurso caduco de la hibridación posmoderna y su horror al no saber ¿Quiénes somos? ante la apertura de las fronteras políticas y culturales, así como de la orientación sexual. Dávila olvida la función central de este tipo de reflexión crítica, que es construir, proponer, sustentar y no sólo listar un cierto número de peculiaridades o posibilidades de orden social, sexual o pictórico. Dávila deja ver el vacío en que han caído algunas reflexiones entorno a temas como la identidad o el mestizaje, al recurrir de manera trillada a recursos visuales a manera de collage ilustrado. Pasando por alto el valor propio de la pintura.
Caprichosa es sin duda la propuesta de Dávila y hasta osada dirían algunos. Opinión a la cual podría sumar mi voto, pero la fea apariencia del personaje y el mal manejo de la pintura, no me lo permite, y no es que algún prejuicio de pintor decimonónico me lo impida –ya que no lo soy-; solamente pienso en otras pinturas donde tema y tratamiento son uno solo en beneficio de la propuesta, como Saturno devorando a sus hijos de Goya o alguno de sus grabados de los Desastres. Un tema de gran critica social con una imagen de algo horrible pero “bien ejecutada” hacen una gran mancuerna y logran a partir de seducir a los sentidos sembrar una semilla de reflexión sin menos preciar al objeto. O si se quiere, podríamos pensar en una pintora contemporánea como Marlen Dumas donde la ejecución accidentada y monocromática atina bien a la sordidez de los temas representados en sus acuarelas y óleos. Otro gran ejemplo es Francis Bacon. Así, podría referirme a más obras de arte para ejemplificar el caso donde la pintura refuerza en imagen al tema; lo que no sucede con Verdeja. Un tema de gran fuerza se ve opacado por la tibieza no sólo de los trazos sino por el palimpsesto forzado presente en el caballo. A demás ante la localidad del tema, la pintura, para nosotros los espectadores que no conocemos del discurso, nos puede dejar en un vació de sensaciones, ya que no termina de ser afable ni desagradable al punto del horror o la estimulación de los sentidos.
Al admitir interés por el concepto pero repulsión por la imagen, me es preciso decir para finalizar este ensayo que, a mi consideración el arte contemporáneo o actual ya no puede valerse sólo de una parte, tiene que desarrollar la idea aprovechando al máximo las cualidades de la disciplina y sus soportes. Concepto, ejecución y objeto deben de ser uno mismo.
El güero ramos
México DF, marzo del 2010
domingo, 21 de marzo de 2010
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