Bañera Rosa
Óleo /acrílico / tela
150 x 150 cm.
2009.
La pieza Bañera Rosa rosa de la pintora Silvia Andrade, me cautiva por su extraña familiaridad. En ella representa una bañera solitaria, pintada casi de manera monocromática (magentas y rosas con muy sutiles diferencias) e iluminada por una luz tenue, fantasmagórica, que proviene de una ventana en la que no se puede ver la hora del día, tampoco se ve que hay afuera, sólo luz, espacio, gris.
En este espacio íntimo flotan frases y voces que transitan en vertical y horizontal sin ser totalmente legibles, como las voces de la memoria y el subconsciente. Éstas se van difuminando y van siendo cada vez menos fieles al hecho real, pero ¿Qué es un hecho si no algo que se deshace inmediatamente y pasa a los dominios de la mente que une lo diverso? Estos ecos e impresiones van cediendo su existencia al paso inevitable del Tiempo que disuelve para crear, tiempo que aparece totalmente referido por las dos fechas en vertical. La fecha que se encuentra a la izquierda es específica mientras que en la otra el día es desconocido justo como la hora del día en el cuadro.
En relación a la manera en la que construye la pintura a través de veladuras se encuentra una analogía del cómo las experiencias van encimándose en la memoria, velando los recuerdos más lejanos sin perderlos. Conservando los recuerdos fundamentales, las nuevas vivencias opacan ciertas partes, mientras que en otras actúan como transparencias. El color así mismo lleva a la reflexión sobre la memoria porque, aunque haya magentas, la atmósfera del cuadro es rosa, un color que parece indeciso y que remite a algo que intenta ser pero que no deja de ser reminiscencia. En la memoria todo color es sensación. El detalle de la ventana provoca una sensación de ambigüedad cautivadora y es que en el borde que pega con la pared de las llaves no hay marco, no se puede reconocer si hay cristal o está abierto y en contacto con el gran espacio, en contacto directo con un lugar inmenso. Los lugares se vuelven lugares en nuestra mente por los cuales podemos hacer recorridos internos para conocernos, en ellos la hora siempre es la misma, así surge un sentido íntimo de temporalidad.
Esta pintura evoca nostalgia y reflexión acerca de como la persona hace un intercambio con el lugar. En aquel lugar concreto el azulejo fue impregnado de la energía de quién lo usó, a cambio, la memoria se impregna con la energía del lugar, sus aromas, su quietud, su presencia. La bañera es dotada de profundo sentido por el milagro de la vida. La memoria y lo material tienen un reencuentro en esta pieza llena de emociones, extraña y familiar, cercana como lejana, en la que surge un poema visual con versos transparentes y velados que se transforma en un espejo donde se refleja la mente cuando recuerda, sueña e imagina.
David Pescador
Marzo 2010
No hay comentarios:
Publicar un comentario