lunes, 1 de marzo de 2010

“Get clean!” ¿Quién le dice a quien?


Cassandra de Santiago

Get clean

Óleo/tela

150 x 150 cm

2010




La joven desnuda y el baño; dos personajes que se desquician y se necesitan el uno al otro.


Lo primero que sorprende a la mirada al ver este cuadro, inevitablemente, es el baño. La seducción del detalle de esos mosaicos atrapa el ojo y lo llama a recorrer las paredes, el suelo, la división de la regadera y finalmente el suelo del baño. No se trata de paredes o pisos que conforman un espacio en donde se encuentra una chica, sino que es una red sumamente extensa y envolvente que convive con la figura principal. Hay también otros elementos dispuestos con gran cuidado: la manera en que cuelga una esponja de la rejilla en la parte superior, la dirección del jabón y la altura de la llave, la coladera y el final del límite de la regadera. Pareciera como si un elemento más colapsaría este orden que interconecta a todos los elementos y el baño completo implotaría hasta tragarse al cuerpo desnudo. El baño, frenético y estático al mismo tiempo, espera el movimiento de la joven, la observa temerosamente, calcula sus decisiones fríamente. Piensa susurrar un aliento de cazador nervioso a través de una de sus tantas ranuras, pero al final siempre decide esperar con aire pesado y melancólico a que sea ella la que tome la primera decisión.

El baño, con todos sus elementos y detalles, es otro personaje. Es un personaje tan exacto que no puede moverse o cambiar nada en él porque de hacerlo se vendría abajo. Es como el malo que a primera vista parece terrorífico pero que en su mente tan compleja yace un temor a ser lastimado. De carácter imponente, al baño le da frío su frialdad y no le queda más que confinar a la chica con su saturación, en un abrazo casi asfixiante y abrumador.

La joven por su parte también aguarda, pero aguarda en sí misma. Se está intentando ver y se ve frágil y fútil, ve su mano convertirse en agua y chorrear. Se siente pequeña e indefensa pero no se puede ver a sí misma en su totalidad, no como la ve el baño. La chica no ve su espalda o su muslo como la vemos nosotros, no ve su tersa piel que se acerca a la porcelana y nos recuerda de Ingres y luego se convierte casi en acero, pulido como armadura, en reposo pero protegida. Se siente vulnerable pero no se sabe fuerte. A diferencia del baño los tratamientos de la piel son lisos y abarcan grandes áreas, no se trata de pequeños módulos ni zonas, sino de un continuo. Pero lo más fuerte de la chica está en sus contornos. Esos límites entre ella y el baño la hacen más presente, más resistente, la manera en que está construida su espalda parecería que podría soportar el derrumbe del baño. Hay gran detalle en la chica también, pero en las partes que ella alcanza a ver: en sus manos, sus pies, su pelo. La espalda sobre todo es la que actúa como caparazón y se despliega sólida frente al baño. Se trata de un caparazón que actúa a la inversa con el conjunto de mosaicos. Es esta limpieza y disminución del detalle lo que la hace acuclillarse como armadillo protegido desplegando esos contornos firmes que se potencian con la luz, la densidad de la pintura y el tipo de pincelada.

La chica se encoje como un imán que irradia corriente magnética hacia todos los bordes del bastidor, y todos los elementos están suspendidos como estrellas, formando una constelación alrededor de este cuerpo. Al mismo tiempo pareciera que el baño quiere devorarse a la joven en su retícula infinita mientras que la joven se resiste a desaparecer. Tanto el baño como ella temen, pero no saben que en el fondo se necesitan mutuamente. Los mosaicos, aunque aparentemente sólidos como estructura, son delicados cada uno; son veladuras y chorreados que se cortan, es un tejido de lajitas transparentes. El baño en su saturación necesita de lo limpio del cuerpo para verse sólido y robusto, envolvente y atemorizante. Pero de estar sólo veríamos las transparencias en detalle y sería un no-espacio, sería melancólico y más bien nervioso. Ella a su vez necesita de un espacio que la envuelva y la dote de cierto peso por contraste, de un espacio con muchas calidades para que lo limpio y continuo de su piel se haga visible.

La saturación del espacio y la limpieza de ella son el diálogo que ocasiona tensión entre los dos personajes y armonía en el conjunto, son fuerzas que empujan hacia adentro y hacia afuera y el bastidor permanece cuadrado en esta silenciosa pausa justo antes de mover la siguiente pieza en el tablero de ajedrez.



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